ENTREVISTA CON PHILIPPE CLAUDEL

-          Su primera película, Hace mucho que te quiero, fue un verdadero éxito. ¿Cómo se ha enfrentado al rodaje de este segundo largo?
-          Me pareció increíble que tanta gente viese una película de ese tipo, anclada en la vida de provincias, volcada hacia una intimidad y emociones muy especiales. No solo fue acogida favorablemente en Francia, sino también en otros países tan diferentes como Japón y muchos de Latinoamérica. Cuando se empieza en el cine, conseguir un éxito de este calibre ofrece la posibilidad de rodar una segunda película en buenas condiciones. Después de Hace mucho que te quiero, me rondaban varios temas, pero se impuso la necesidad de cambiar y las ganas de hacer una comedia. Aunque esta película tiene ciertas temáticas próximas a la primera, las he tratado con más ligereza, con un ritmo más rápido, una puesta en escena diferente.
-          Las primeras imágenes de la película evocan a Caro diario/Querido diario, de Nanni Moretti. Alessandro no va en Vespa, sino en ciclomotor por las calles de Estrasburgo. ¿Es un guiño al cine italiano, en el que parece haberse inspirado en gran medida?
-          Bueno, sí y no. Esta película contiene bastantes homenajes, conscientes o inconscientes. Puede verlos quien quiera. En cuanto a estas primeras escenas, he querido que Alessandro pareciera un poco ridículo, pero entrañable. Va en ciclomotor y no en Vespa, lleva un casco pasado de moda, tiene una cara muy simpática, y recorre las calles de Estrasburgo con la tarantela de fondo.

-          ¿Alessandro es una víctima pasiva del tiempo que pasa, de la comodidad que nace de una vida diaria bien encaminada?
-          La vida pasa muy rápido para todos. En el caso de Alessandro, este paso tan rápido se ve acentuado por las responsabilidades hacia su hija. “No tuvo madre, al menos quiero que tenga un padre”, dice. Es un comportamiento frecuente. He conocido a personas que, después de un fallecimiento o un divorcio, dejaban de lado su vida amorosa para dedicarse a educar a sus hijos. Pero en el caso de Alessandro, no solo está su hija, que en cierto modo es la encarnación y prolongación de su amada mujer, sino su hermano Crampone, un anarquista inmaduro, del que también debe ocuparse. Consigue reencontrar el equilibrio entre una niña convertida en adolescente y un adulto que nunca ha crecido. De hecho, la familia forma un hogar armonioso.

-          No ha caído en la tentación de incluir a “estrellas” en el reparto, ¿por qué?
-          Puede que sea por egoísmo, pero parte del placer de hacer cine está en descubrir rostros que no conocía. El resultado no habría sido el mismo con un reparto de actores muy conocidos. Pero eso no me impide tener muchas ganas de trabajar con actores como Daniel Auteuil, que me fascina, o Gérard Depardieu, con el que sueño tentándole con un papel al que se entregaría del todo.

-          Después de la “francobritánica” Kristin Scott Thomas, da un primer gran papel en Francia al italofrancés Stefano Accorsi. ¿Lo tuvo claro desde el principio?
-          No, en absoluto. Cuando escribía el guión, el personaje tenía 55 años, pero pensé que la diferencia de edad con su hija haría la historia menos interesante. A pesar de haber rebajado la edad del padre, Stefano seguía siendo demasiado joven. Hablamos y le pedí que se dejara barba, que probara con varias monturas de gafas, y un mes después hicimos unas pruebas. Fue increíble. Me gusta trabajar con actores extranjeros, mezclar los orígenes. Me parece enriquecedor hacer coincidir en Estrasburgo, con la tarantela de fondo, a dos actores italianos como Stefano y Neri; a una actriz que simboliza el matrimonio histórico entre el cine francés y el italiano, como es Anouk Aimée, y a Clotilde Courau, también muy unida a Italia.

-          ¿Hasta qué punto se ha inspirado en las comedias italianas?
-          A partir de finales de los años cincuenta, hasta mediados de los setenta, hubo un periodo mágico para la comedia italiana con historias de gente, pero también de relaciones sociales acompañadas a menudo de un análisis bastante cáustico de la sociedad. No se trataba solo de la carcajada. Los directores mezclaban a la perfección el género burlesco, delirante, ligero, con la emoción y la tragedia más negra. No intento emular a Dino Risi, Mario Monicelli o Pietro Germi, ni mucho menos. Solo intento pasar de la risa a la emoción, dando grandes saltos que no suelen ser habituales en el cine francés.

-          Al igual que en las comedias italianas, los diálogos son rápidos, muy pensados. ¿Les dio mucha importancia cuando redactó el guión?
-          Mi primera película era más bien silenciosa. Pero esta es una película charlatana. Hay muy pocas escenas en las que no se habla. Disfruté muchísimo exteriorizando los sentimientos mediante la palabra. Había que encontrar el ritmo, la palabra exacta. Perfeccionar los diálogos con los actores durante los ensayos, durante el rodaje. Incluso pulirlos en el montaje. Ha sido un montaje muy trabajado para encontrar el ritmo adecuado.

-          ¿Le pareció lógico que fuera hablada en ambos idiomas, francés e italiano?
-          Incluso un poco militante. Me pareció obvio, en una película que gira en torna a las voces y a los idiomas como EL SILENCIO DEL AMOR, mantener el francés y el italiano. Si así algunas personas que nunca ven películas en versión original disfrutan oyendo otras sonoridades, me alegraría mucho. Lo mismo pasa con la música barroca poco conocida. También es valido para la tarantela, quizá les entren ganas de comprar un disco al salir del cine.

-          Crampone es un antiberlusconiano de primera que pide asilo político en Francia. ¿Esconde el lado burlesco del personaje un mensaje más serio?
-          Es un revolucionario casero, un militante inoperante y, además, bastante perverso. Obliga a los demás a actuar: a la niña a manifestarse en favor del Tibet, y a la funcionaria de Correos a poner trabas al sistema… Las manifestaciones y las huelgas ya no sirven. Hay que encontrar otros medios para sabotear el sistema y permitir a los que no existen que existan. Sin querer caer en la lección política, quise incluir en la película comentarios cáusticos y mensaje simples que pudieran ser eficaces.

-          Desde los actores a los decorados, su cine se basa en una exigencia de verdad y realismo. ¿Desconfía de los artificios?
-          Siempre es una paradoja hacer cine y querer mostrar la vida tal como es. Evoco la adolescencia de Irina de acuerdo con los códigos de representación que tengo de la adolescencia. Ser consciente de eso no me impide intentar estar lo más cerca posible de la gente, intentar captar su profundidad, su humanidad, sin barniz alguno. El cine incluye muchas artes: escritura, fotografía, sonido, interpretación, arquitectura… Todo sirve para expresarse. Volver a trabajar con gran parte del equipo técnico de mi anterior película me permitió ganar tiempo en la preparación. Samuel Deshors, el decorador, entiende lo que quiero. El piso es tal como había imaginado. Pero el decorado de la habitación de Irina no es tan fácil como parece. Debía reflejar este periodo de transición entre la infancia y la rebeldía de la adolescencia. Eso explica que convivan carteles de Tiananmen y peluches rosas.

-          ¿Cómo convenció a Anouk Aimée para que rodará esta película?
-          Aceptó enseguida. Anouk es guapísima. En la pantalla y en la realidad es una mujer muy elegante, con mucha clase y con un enorme humanismo. Añadiré que Anouk tiene un rostro natural… Es muy importante. Disfruté filmándola, realzándola. ¡Y qué talento! Agathe, su personaje, va a morir, pero no quería que fuese una situación morbosa. Sus escenas transcurren en un servicio de cuidados paliativos, pero para ella simplemente es la antesala de un viaje, y para Alessandro posiblemente sea un lugar de expiación. ¿Qué intenta borrar? No se sabe. Su suegro no le trata con simpatía. ¿Está enfadado con él? ¿Su mujer murió en un accidente de coche por culpa suya? Me gusta dejar algunas preguntas sin respuesta y limitarme a esbozar pistas.

-          ¿Cómo construyó el personaje de Clotile Courau, que aparece en el último tercio de la película?
-          El papel de Clotilde es importante en el plano dramático. Su personaje encarna lo que Agathe, su madre, intentó transmitir a Alessandro. Le preparó para un encuentro que le abrirá la puerta a un posible amor. No quise que fuera un flechazo. No se sabe lo que pasará, quizá no pase nada. He compuesto la última escena como una materialización de lo que Alessandro imagina. Están presentes todos los seres que tuvieron importancia en su vida, los que la tienen y los que quizá la tendrán. Por eso, la letra de la canción “Silenzio d’amore”, que regrabamos con Stefano, refleja lo que siente el personaje.




-          Esta conmovedora escena cierra una auténtica película cómica. ¿Se divirtió rodando?
-          Según todo el equipo, técnicos y actores, fue un auténtico placer. El ambiente de trabajo era muy bueno, generoso, muy profesional, eficiente. Cada mañana llegaba al rodaje feliz como un niño, nada estresado. Todos se implicaron con verdadera pasión. Nos reímos muchísimo durante el rodaje de la telenovela que sigue Crampone, “Amores clínicos”. Incluso compuse la canción de los créditos de principio, “Love in Hospital”. Rodamos cuatro escenas hilarantes que se incluirán como bonus en el DVD.

-          ¿Cómo le gustaría que reaccionasen los espectadores?
-          No soy un genio, y esta película no revoluciona la comedia. Me basta con que se sientan felices viéndola y que salgan con una sonrisa después de haber conocido a hombres y mujeres que se parecen a nosotros y viven como nosotros. Espero que lo pasen bien con una película un poco inteligente, sensible y divertida. Mi única ambición es ofrecer una paleta de emociones humanas y diferentes niveles de lectura que pueden encajar con muchos de nosotros.

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